El Circulo


“Dios es un Círculo que tiene su centro en todas partes, y cuya circunferencia no está en ninguna”
Hermes Trismegisto
“Un Círculo se cierra sobre sí mismo, y por ello representa la unidad, lo absoluto, la perfección. Es símbolo del cielo en relación a la tierra, de lo espiritual en relación a lo material. Por ello se le relaciona con la “protección” y, así, tenemos los círculos mágicos, los anillos de poder, las coronas reales o los cinturones que nos hacen invisibles.
Si bien el círculo representa el cielo, lo celestial, Dios o el Alma, se usa en lo terrenal como representación de la perfección de Dios en la tierra, de su manifestación arquetípica en la materia.”

Diana y Karolus
El Símbolo del Círculo -la Rueda de la Vida para el Budismo- que hace girar a la naturaleza entera, con sus ciclos, sus ritmos y su movimiento eterno. Es, por tanto, la totalidad, la integridad y la realización.
Un Círculo se cierra sobre sí mismo y por ello representa la unidad, lo absoluto, la perfección. Es símbolo del cielo en relación a la tierra, de lo espiritual en relación a lo material. Por ello se le relaciona con la “protección”, y, así tenemos los círculos mágicos, los anillos de poder, las coronas reales o los cinturones que nos hacen invisibles. De esta manera, para simbolizar un círculo que protege a algo o a alguien, dibujamos este mismo círculo con un punto en su centro, el cual representa la individualidad, el ser, el alma –según Carl Jung-. Es el símbolo del oro en la Alquimia, y del Tao, el poder supremo en el Taoísmo. El Círculo es un punto extendido.
La redondez es sagrada por ser la forma más natural. Es la forma que contiene a las demás formas, el “Huevo Cósmico”, la eternidad.
Actualmente la física reconoce este hecho, y ha sido capaz de dar explicación de porqué los planetas o los soles son esféricos y no son cúbicos –cuadrados-. Lo mismo sucede con nuestras células, nuestros átomos o nuestros electrones.El Círculo representa el poder masculino en su lectura subjetiva, la chispa de la vida, pero en su lectura más objetiva representa el poder de lo femenino, receptivo, la matriz de la Creación. Por ello es la divinidad manifestada, cuya creación se regula y se ordena, el Alfa y el Omega del Cristianismo.

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